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El empresario del corazon roto novel Chapter 43

[Isabel]

La mudanza sucedió, pero no al lugar donde yo pensé que pasaría, si no a un hermoso y elegante piso de dos plantas que Quentin por el momento me prestó para poder tener mi empresa y mi hogar cerca. La verdad no sé qué pensar, como es que todo está sucediendo tan rápido y sin que yo pueda controlarlo ¿Cómo pasé de ser sólo una nutriologa con aspiraciones a chef a la dueña de un negocio? ¿Cómo pasé de vivir en los edificios más alejados y baratos de la ciudad a vivir en este elegante lugar? Y lo principal ¿cómo es que Quentin Valois se enamoró de mí? Sí, dije que estoy no podía ser un cuento de hadas pero así parece, cada vez que lo veo siento que estoy viviendo en un libro y en el cual las páginas se van escribiendo día a día. Mi historia era fácil y mucho, ahora está llena de nuevos caminos y senderos que él, sin darse cuenta, a abierto para mí.

Quentin no sólo es increíblemente guapo y atractivo, caballeroso y simpático, si no amable, educado, detallista y leal, el paquete perfecto para cualquier mujer que quiera conocer un hombre. Él se ha encargado de hacerme sentir mejor que nunca, con detalles como enviarme un ramo de rosas cada día, hablarme por las mañanas para preguntarme como amanecí y lo mejor de todo es que se ha dado el espacio para estar conmigo por las tardes.

A veces llega cansado cuando termina su día, nos sentamos en el sofá y me cuenta todo, tomamos una bebida caliente juntos y nos besamos poco a poco. A veces las ganas nos ganan y entre besos vamos removiendo nuestras ropas hasta volver a caer en ese increíble juego donde nos damos placer sin que nada nos importe. Él me dice que me quiere mientras muerde el lóbulo de mi oreja, yo le respondo a veces a besos, a veces con palabras, me hace tocar el cielo entre sus brazos para después sumergir en este sueño que nos toma en el sofá, en la cama o a veces sobre la alfombra.

Sin miedo a equivocarme puedo decir que Quentin es uno en un millón y sería una tonta si lo dejara ir y no por el dinero, que es evidente que tiene, si no por todo lo que dije y más. Así que ahora que me veo frente al espejo vistiendo este hermoso vestido color rojo que me ha comprado para la famosa fiesta de su empresa suspiro hondo sacando los nervios. Es la primera vez que Quentin me presentará como su novia y no lo quiero decepcionar, por lo que todo tiene que ser perfecto.

Arreglo mi cabello lacio, que por petición de él ahora lo hice permanente para que me durara más, y acto seguido arreglo mi maquillaje, sobre todo mis labios para que el color de este se amolde perfectamente a ellos. Sonrío.

―Recuerda lo hermosa que te ves hoy Isabel, por si las dudas.―Hablo insegura, como si quisiera recordar cada detalle de este momento. Observo mis manos lo hermosas que se ven con la manicura que me hice horas atrás y mis hermosas zapatillas color carne que combinan perfecto con el vestido largo de satín, con un corsé con tirantes y una abertura en la amplia falda que afortunadamente Quentin aún a visto pero que Vivianne dijo que era para morirse.

―¿Corazón? ¿Estás ahí? — Escucho la voz de Quentin en la sala y ante de salir de la habitación suspiro.

—Vamos Isabel, sólo es una fiesta ¿si? — Me animo. Después voy hacia la mesa de noche, tomo mi ligera bolsa, vuelvo a darme el último vistazo frente al espejo arreglando mi cabello y después salgo hacia la sala.

Camino lentamente levantando mi falda con las manos tomándola de las pequeñas bolsas que tiene de cada lado para ver a Quentin elegantemente vestido frente a mí.

Con un elegante esmoquin de color negro con el saco de terciopelo, un elegante moño, la barba y el cabello perfectamente arreglados, me ve con esos ojos que siempre le brillan cuando se cruzan con los míos y me sonríe.

—Te ves… — Pronuncia.— Espectacular.—

—¿Tu crees? — Pregunto mientras él se acerca a mí, toma mi mano y me da una vuelta.

—Lo creo y es verdad, te ves hermosa Isabel Osher, sólo que falta un detalle.

—¿Cuál? — Pregunto un poco asustada y trato de reflejarme en el microondas de la cocina para verme.

—No, no tiene nada que ver con tu físico, ni arreglo, si no con algo más que aún no tienes.

Quentin va hacia el perchero que hay en la entrada y de su abrigo saca una caja de color negro de esas que guardan joyas increíbles y de nuevo estoy nerviosa, me la muestra y al abrirla muestra un hermoso y sencillo collar de oro blanco con un círculo en medio que parece nudo y naciendo de este un poco más de cadena como simulando un hilo.

—Es hermoso.— Le respondo.

—Es para ti, es le nudo de amor argelino, que simboliza el amor eterno.— Me explica mientras lo saca de la caja y abre las puntas de la cadena para así ponerlo sobre mi cuello.

Remuevo con cuidado mi cabello y él me lo pone para después darme un beso sobre el cuello y acomodarlo al frente.— Te queda perfecto.

—Prometo cuidarlo.— Le comento.

—¿Cuidarlo? Es tuyo, es un regalo para ti. Planeaba comprarte uno de diamantes pero sé que inmediatamente me dirías “No Quentin” así que me adapto a tus gustos y preferencias en joyas y… ¿le atiné? — Pregunta con ternura.

Asiento con la cabeza.— Le atinaste.

—Me alegra, porque entonces ya sé que regalarte… ¡Ah por cierto! Un momento.— Me dice cómo si recordara algo y luego va de nuevo hacia el perchero toma una bolsa de papel y me la entrega.— Ábrelo.

—Quentin.

—Ábrelo.

Meto la mano en el interior de la bolsa y un mandil de color negro sale de ella y me río.

—Dijiste que querías algo de utilidad y lo vi y me gustó.

Lo vuelvo a meter en la bolsa y me acerco a él, acaricio su rostro y sus hermosos hoyuelos se marcan en sus mejillas. — Gracias, me encanta.

—De nada corazón… ahora ¿nos vamos? Que la fiesta ya empezó y quiero llegar a que todos nos vean.— Expresa feliz y me toma de la mano para que vayamos hacia el perchero y me ponga el hermoso y elegante abrigo que combina con mi todo mi conjunto.

Ambos salimos del piso y debo confesar que mientras nos subimos al auto y nos ponemos en marcha, los novios vuelven a invadirme provocando que juegue con el dije que me acaba de regalar de una forma constante tomándolo con mis dedos.

—Corazón ¿todo bien? — Pregunta al fin.

—Sí, sólo estoy nerviosa.

—Todo estará bien. Te lo prometo.— Responde sonriente con una sonrisa entre sus labios.

Le creo, confío en él en que todo estará bien y que cuando me tome del brazo y ambos caminemos hacia las puertas del bello salón donde se llevará a cabo la fiesta el mundo alrededor de nosotros no va a importar.

Por fin llegamos, el chofer me abre la puerta y luego Quentin estira la mano para que yo baje.

—Ahora sé que sintió Cenicienta cuando la llevaron al baile.— Bromeo.

—Pero aquí no hay hechizo mágico Isabel, excepto el que tú haz puesto sobre mí.

Me sonrojo y me muerdo los labios.

—¿Vamos?

—Vamos.— Contesto en un murmuro.

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