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El empresario del corazon roto novel Chapter 47

[Quentin]

El expresivo rostro de Isabel me hace saber que en verdad la noticia le tomó por sorpresa y no era para más, supongo que jamás pensó que se lo pediría.

—¿Vivir juntos? — Preguntó asegurándose de mis palabras.

—Sí, quiero que vivamos juntos.

—Pero Quentin, apenas acabo de mudarme de piso y… ¿qué es lo que pasa?

—Nada, no pasa absolutamente nada, simplemente que creo que es una de las mejores ideas que se me han ocurrido.

Ella acaricia mi rostro y yo muevo mi boca para besar su mano. Isabel tiene una forma tan especial digerir las sorpresa que en lugar de hacerme sentir ansioso, me hace sentir… esperanzado.

—Quentin… bajemos esto a la tierra un poquito ¿Ok? Mira llevamos poco tiempo de conocernos, sé que hemos pasado por mucho y admito que es importante, pero, seguimos siendo desconocidos en muchas formas y… ¿qué pasa si esta magia se termina?

—¿Terminarse?

—Sí, qué tal si no sé, me ves un día enferma y te das cuenta de que no era lo que esperabas, o, de pronto hago algo que te avergüenza y piensas ¿qué fue lo que hice?

—¿Otro vez con la vergüenza?

—Es un caso muy específico, amor, no es que lo crea.

—Vale, vale…hablemos sobre eso.— Le propongo.

—¿Sobre qué?

—Defectos o cosas que posiblemente puede que hagan que esto no funcione. Yo empiezo. Ronco por las noches.

—Eso ya lo sé.— Contesta entre risas.—No me es nuevo.

—Vale, entonces… cuando me enfermo suelo ser muy malhumorado, todo me molesta, no quiero que hablen o me toquen.

—¡Uy! Yo todo lo contrario. Me encanta que me mine y me den caldos calientes y tés.

—Puedo hacer eso.— Le comento y ella sonríe.

—Robo la cobija por las noches.

—Se podrán doble cobija.

—Me gusta irme en metro.

—De vez en cuando te irás.— Le contesto.

Isabel suspira. Luego se muerde los labios.—Quentin, quiero creer que esto que me estás pidiendo lo pensaste una y otra vez ¿verdad? Como persona importante de una empresa que toma decisiones.

—Lo he pensado desde el primer momento que desperté contigo a mi lado en la cabaña.— Me levanto de inmediato y voy a sentarme a su lado, paso mi brazo sobre su hombro y con mi mano levanto su barbilla para que sus hermosos ojos me vean.—No tomo decisiones a la ligera Isabel, pero si me preguntas sí, lo pensé te respondería que no hay nada que pensar. Algo que aprendí de perder a Nadine y a mis hijos fue que la vida son momentos, efímeros, se van rápido y sin estás dormido no los vuelves a ver.

Ella me sonríe.— Eso es hermoso.— Murmura.

—Isabel, tienes todo lo que siempre soñé, aunque no lo creas, eres la mujer que estaba buscando sin saber qué la buscaba, eres la persona que al tocarme hace que arda de deseo o muera de ternura. Contigo siento que todo es una primera vez y cuando no pensaba ya en volverme a enamorar, llegaste como un regalo inesperado, lleno de aventuras, sonrisas, sabores y risas. En pocas palabras llegaste llena de vida.

Ella se muerde los labios y puedo ver cómo sus ojos brillan. Tomo el collar que le regalé ayer por la noche y lo beso.

—Lo que quiero decir Isabel Osher es que si la vida son momentos, yo no quiero perderme los nuestros, ya perdí mucho tiempo muerto en vida, ahora quiero vivir y tú, bella mujer, me haces vivir.

—Dios ¡De qué planeta eres! — Exclama emocionada por las palabras que le he dicho.

—No lo sé, sólo sé, que soy tuyo y estoy enamorado a primera voz.

El silencio llega entre los dos. Me acerco a sus labios y le doy un beso suave sobre ellos, después beso su fría nariz y finalmente su frente.

—Quentin, este es un paso grande.

—Te compro unos bonitos zapatos.

—Tú tienes mucha ropa. — Bromea porque siempre que va al piso se asombra de todo lo que está ahí.

—No te preocupes por el closet, todo se arregla.

—Bueno, supongo que si mi cobija de franela ya se quedó en tu piso desde de la Noche buena, ya sólo es cuestión de mudar el resto de mi ropa.

—Eso ¿es un sí?

—Es un voy a necesitar como dos cajones de tu cajonera y creo que todo el área del baño.— Y se ríe bajito.

—No, eso es un “Isabel necesitará un guardarropa nuevo porque se mudará con Quentin Valois” y no lo podrá evitar.— Respondo feliz e inmediatamente le doy un beso rápido sobre los labios. —Te quiero Isabel, te quiero con mi alma.

—Te prometo que seré una pareja digna de ti.

—Ya lo eres.— Le respondo.— Siempre lo haz sido. Quiero que me prometas algo.

—Dime.

—Que no importa lo que pase siempre serás tú en todos los sentidos, que nos comunicaremos todo y si en algún momento fallo…

—Fallamos, yo no soy perfecta.— Interrumpe.

—Vale, fallamos, nos lo diremos de inmediato, sin máscaras, sin mentiras, sin…

—Comprendo Quentin.— Responde ella viéndome a los ojos. Supongo que el tratar de esconder la situación no me ha salido del todo.— Esta vez será diferente para ti y también para mí, no solo por la relación si no porque… jamás había tenido fines de semana en Roma o cumpleaños en Paris.

—¿Qué te parece San Valentin en Verona? — Le digo y ella abre los ojos sorprendida.

—Claro que no, eso no va a pasar.

—Cabe la posibilidad de que se planee algo así.

—Yo te iba a sugerir, pizza y películas en la sala.

—¡Me encanta! Se cancela Verona.— Exclamo y ella sonríe. —Jamás dejes que tu sencillez se vaya ¿si amor? Eso me mantiene con los pies sobre la tierra.

—¿Hablando de pies? ¿No mencionaste unos zapatos más cómodos?

—Cierto, terminemos de desayunar y continuemos el resto del día ¿te parece?

—Me parece.

Vuelvo a mi lugar y entre risas, pláticas y comida Isabel y yo festejamos que estamos enamorados y que después de llegar de Roma, los dos volvemos al mismo lugar y ya no nos tendremos que separar, porque por fin amaneceremos juntos en la misma cama.

El resto del día fue un increíble, es la única palabra con la que puedo describirlo. Ninguna vista a Roma de mi parte había sido tan bonita como la que tuve con Isabel.

Ella de mi mano paseo por todas las calles, me preguntó todo lo que quería saber sobre la arquitectura, los monumentos, la historia y sobre todo el arte. Por fin, después de años de estudio, pude utilizar todo el conocimiento que sabía sobre el tema y admito que eso me hizo demostrarle que no solo soy un hombre de negocios, si no una persona que aprecia lo que le rodea y bueno, también me permitió presumirle un poquito más dándole datos inéditos sobre ciertas pinturas.

Sin embargo, el momento mas increíble del día fue cuando Isabel y yo llegamos a la Fontana di Trevi que provocó un “¡Guau!” Qué le salió del alma y humedeció sus ojos inmediatamente.

—Imponente ¿no es cierto?

—No lo puedo creer, me siento en un sueño, uno del que no quiero despertar.

—No es un sueño Isabel, es verdad, puedes escuchar el agua, ver las esculturas y pedir un deseo.— Y saco una moneda de mi abrigo y se la doy.

Ella me ve al rostro y acaricia mis mejillas.—Creo que ya tengo lo que deseo.

—¿Ah sí? Son esas botas Prada que te compré.

—No, claro que no… a ti Quentin Valois y quiero que sepas que no me importaría si ambos viviéramos en un pequeño piso con cuatro paredes y un colchón sobre el suelo.

—Ese es un panorama que espero nunca conozcamos mi amor.— Le pido.— Pero a tradición dice que manera dada, deseo pedido, así que pídelo.

—Ok.

Isabel se queda en silencio con la moneda entre las manos y luego se muerde los labios. Sin pensarlo mucho lanza la moneda hacia el agua dándole la espalda a la fuente y ésta cae.

—¿Qué pediste? — Le pregunto.

—No sé, si te digo tal vez no se cumpla.— Comenta.

—¿En serio me dejarás así? Como con los planes que haz hecho en tu mente conmigo.

Acaricio su rostro y ella me sonríe.— Desee, que esto que tenemos crezca más y más… hasta el punto que tengamos tanto amor que no sepamos qué hacer con él.

—Deseo cumplido.— Le murmuro.— Porque mi amor crece por ti cada segundo que paso a tu lado.

—No sabía que la Fontana di Trevi era tan efectiva en deseo, ya hubiera venido desde hace rato para que me cumpliera otros.— Se ríe.

—No es la Fontana, Isabel, somos nosotros los que hacemos esto realidad y aquí en frente de tantos deseos, te juro, que el tuyo ya es una realidad.

La beso. Lo hago lento sintiendo sus hermosos y carnosos labios jugar con los míos y sus manos acariciar mi espalda. Me roba el aliento, altera mis sentidos, me eleva y luego me regresa al suelo. Poco a poco nos separamos y ella me ve a los ojos.

—¿Tú no vas a pedir tu deseo? — Y saca una moneda de su abrigo.

La tomo de inmediato, la beso y mientras lo hago la aviento hacia el agua sin ver. Ella se separa y ve la fuente.

—¿Qué pediste?— Pregunta curiosa.

—Nada… yo ya tengo el mío.— Le comento y ahí en ese lugar maravilloso lleno de deseos, sello los de nosotros dando así un paso más en este amor que cada día me revive mas.

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