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El empresario del corazon roto novel Chapter 48

[Quentin]

Después de ir al Fontana de Trevi, decidí llevar a Isabel de compras por Roma aunque debo admitir que fue un poco renuente a hacerlo. Sé que no exagera y que no se pone en esa plan para hacer que le ruegue ya que ella muchas veces me ha dicho que se siente muy avergonzada por eso pero esta vez, supongo que la emoción de estar aquí, de lo que nos dijimos y las declaraciones de amor en un lugar emblemático, hicieron que ella cayera y me permitiera llevarla a las únicas tiendas que yo conozco.

Prada, Gucci, Louis Vuitton, Victoria’s Secret… ella entraba asombrada al ver los hermosos conjuntos, vestidos, abrigos y zapatos. Mientras yo la esperaba sentado en uno de los tantos sofás del lugar, ella entraba y salía de los probadores luciendo hermosas vestimentas que me hacían sonreír de inmediato. Por mí, le hubiera comprado todo lo que se probó, pero como siempre Isabel, siendo Isabel, escogió lo que necesitaba, lo que sabía que podía vestir y sobre todo lo que se le veía bien.Cansados, después de caminar todo el día, comprar, disfrutar y sobre todo reír como tontos. Ambos regresamos al hotel con la única idea de pedir servicio a la habitación, relajarnos y disfrutar de la habitación.

Después de cenar, nos sentamos sobre el sofá a admirar el hermoso paisaje de Roma que se veía desde ahí, jamás había visto uno tan bonito por lo que supongo que el efecto de tener a Isabel a mi lado y que ella lo ve como su fuera una pintura antigua, hace que yo lo vea igual.

—Jamás en la vida había comprado tanta ropa.— Me confiesa con la copa de vino en la mano.

—Pude haberte comprado más pero no quisiste. Había unos modelos que “ufff”.— Hago y ella se ríe.— Todo se te veía bien Isabel, incluso debo admitir que…

—¿Qué? — Pregunta divertida.

—Me encanta tu cuerpo.

—¿De verdad?— Se muerde el labio.

—Claro, me moleta mucho el invierno porque no puedo admirarlo bajo los gruesos abrigos, pero cuando te pones esos leggins.— Y bajo mi mirada hacia ellos.— Con esas botas…¡Uff!

—¡Quentin Valois! Eso no es de un caballero de tu estatus.

—¿Qué? No le puedo decir a mi novia que es hermosa y que su cuerpo es sensual.

Isabel se inclina un poco hacia mi y me da un beso sobre los labios—¿Sensual?

—Claro, sensual, guapa, proporciones perfectas…— Y vuelvo a besarla.

Isabel se separa de mi poco a poco y luego voltea a las bolsas que se encuentran aún sin desempacar y alza una ceja.

—¿Te modelo? — Pregunta coqueta.

—¿Modelarme? — Respondo y debo admitir que eso acaba de despegar mi curiosidad.

—Sí. Por qué ¿no? Tú lo compraste, me lo regalaste, yo lo modelo.

Me pongo nervioso, jamás en la vida una mujer me había modelado algo, y que de pronto ella me lo ofrezca me hace pensar muchas, muchas cosas que no sé como sobrellevar.

—¿No te sentirías ofendida?

Ella sonríe.— No mi amor, son juegos entre los dos, nada sale de aquí, se queda con nosotros. Lo que pase en estas cuatro paredes, se queda en nuestras mentes.— Habla sexy.

—Vale.— Murmuro.— No sabía que querías se modelo.

—No, pero tengo buen cuerpo… proporciones perfectas ¿no?

Isabel se pone de pie y escucho como toma las bolsas de con la ropa y entra al baño, luego asoma la cabeza.— No te muevas de ahí ¿Ok?

—Lo juro.— Contesto con una sonrisa.

Me pongo de pie y voy al carrito del servicio al cuarto para servirme un poco de vino, cuando de pronto escucho su voz.

—¿Listo?

Volteo a verla y como un reflejo escupo el vino al verla. Ahí está frente a mi con un hermoso conjunto de lencería color negro y arriba el hermoso abrigo Louis Vuitton que le compré. Tomo un respiración profunda y sin poderlo evitar siento como la temperatura sube como golpe por mi cuerpo y esbozo una sonrisa.

—¡Guau! — Expreso.

—Y esto no es nada.— Dice entre risas y va a su móvil y veo como mueve su dedo.— Tengo la canción perfecta para esto.

Me quedo en silencio y de pronto escucho los acordes de una música lenta pero movida, tipo regueatton.

—Siéntate Quentin Valois, que te modelaré lo que me haz comprado este día.— Dice sensual.

—Bueno pero… — Trato de hablar

Pero la mano de Isabel me está llevando del cuello de la camisa hasta el sillón donde estábamos sentados y pone el dedo sobre los labios.— Shhhhh, tal vez no sea una modelo pero… me gusta bailar.

—Eso no lo sabía.

—Pues lo vas a averiguar, soy buena y debo aprovechar eso ¿no crees? Además, la canción se llama “Ropa Cara”.— Y me guiñe un ojo.— Disfrútalo.

Trato de besarla pero ella se aleja de mi.— No, no… sin tocar, Señor Valois.

Isa se aleja de mi y comienza a mover sus caderas de una manera que jamás había visto, lo hace tan sensual.

“Y ahora quieres me ponga ropa cara… Balenciaga, Gucci y Prada” Canta moviendo los labios mientras abre y cierra el abrigo mostrando el conjunto de lencería con transparencias que escogió en Victoria´s Secret.

Yo con mis manos sobre el sillón, comienzo a mover las manos un poco ansioso, porque muero por tocarla pero ella se encuentra lejos.

—¿Te gusta este modelo? — Me pregunta mientras se baja el abrigo mostrándome el sostén que enmarca esos hermosos pechos que tanto me gusta besar, luego baja las manos hasta su braga y juega con el borde.

—Me encanta.— Murmuro fascinado.

—Pues, entonces, te mostraré otro modelo.

Isabel vuelve a entrar al baño mientras la canción se vuelve a repetir con el mismo ritmos de tambores que empieza a gustarme y que sé jamás volveré a escuchar igual.

“Y quiero que me ponga ropa cara….” Cita la canción cuando de pronto ella regresa con otro modelo de lencería, ahora color rojo cereza que provoca que me muerda los labios. Tomo un poco de vino para tratar de tranquilizarme pero el calor en mi es demasiado.

Esta vez trae arriba un blazer de color blanco que ella mueve con sus manos jalándolo ligeramente del cuello, al ritmo de la música mientras sus caderas la acompañan. Me da la espalda y poco a poco va bajando el blazer descubriendo su hermosa espalda y mueve los hombros de forma sensual para que el resto del cuerpo lo acompañe. Sube las manos hacia su cabello largo y lacio y lo mueve haciendo que este caiga poco a poco como una cascada.

Ella toma una de las tantas sillas que hay y la pone en frente de mi sentándose recargada sobre el respaldo abriendo las piernas en frente de mi.

“Balenciaga, Gucci y Prada” Canta y luego se muerde los labios.

Ella estira una de sus hermosas y bien torneadas piernas y con su pie roza un poco el bulto que ya se ha formado en mi pantalón, lo acaricia haciendo que yo cierre los ojos ante el placer que siento.

—¿Te gusta este? — Pregunta y se quita el blazer blanco, descubriendo el noten y para mi sorpresa, éste también deja su piel y lo avienta hacia mi rostro. Yo lo tomo.

—Creo que me encanta un poco más.— Murmuro tratando de controlarme— ¿Crees que te puedas poner el blanco? — Le pregunto con libertad.

Isabel se pone de pie, camina lentamente hacia mi y antes de regresar a hacer lo que le pido se sienta sobre mis piernas provocándome otra vez. Trato de tocar su cuerpo pero ella toca mis manos y me dice.— Ver, pero no tocar, Señor Valois.

Vuelve al baño, moviendo las caderas apropósito de forma tan sensual haciéndome desearla más que nunca y llevándome a una locura que jamás había pensado.

La canción se vuelve a repetir y yo expectante veo hacia la puerta del baño esperando por ese conjunto de lencería blanca que le escogí. Minutos después ella sale con una de mis camisas arriba, una completamente blanca, y con una de mis corbatas sobre el cuello.

Isabel se levanta un poco la camisa que le llegue un poco arriba de las rodillas y al hacerlo puedo ver una diminuta braga con transparencias que me deja ver todo y a la vez nada.

“Primera vez en la tienda Louis Vuitton, buscando un blazer y un cinturón” canta mientras se acerca a mi jugando con su cabello y desabrochando poco a poco los botones de mi camisa para mostrarme la parte de arriba. Sus hermosos pechos se descubren y vuelve a morderse el labio.

Se acerca a mi, se da la vuelta y frente a mi se sienta sobre mis piernas. Esta vez toma mis manos y comienza a guiarme para que pueda tocarle los muslos y después subir a su torso. Me quedo en silencio disfrutando del momento, ya que mis caricias y miradas expresan todo lo que quiero decir.

Isabel voltea, levemente toma ligeramente mi rostro entre sus manos, y me besa comiéndose mis labios y mostrándome lo excitada que se siente. Aprovecho para pegarla más a mi cuerpo y que siente mi excitación.

—Falta mi favorito.— Murmura.

Así que se puso de pie y volvió a caminar hacia el baño, para salir, prácticamente con un blazer color negro con solo una braga color negro, haciendo que el deseo aumente en mí y se note en mis ojos aún más.

Ella se sienta en la silla de nuevo y comienza a moverse sensualmente mientras baja lento el saco y al tenerlo a medio torso acaricia sus piernas. Al final se pone de pie, viene hacia mí y me da otro beso que ya me sabe a puro sexo.

—Ahora le toca a usted Señor Valois.— Murmura excitada.

Isabel se sienta a horcajadas sobre mi y me quita la camisa lentamente mientras me besa con todas las ganas acumuladas que trae. Cuando descubre mi pecho lo acaricia con la yema de los dedos y lo recorre desde el cuello, bajando por los pectorales y llegando hasta el botón de mi pantalón. Lo desabrocha con cuidado, rozando con sus manos mi hombría, para después ponerse de pie y arrodillarse. No puedo quitar mi vista de ella y mucho menos después de ver que con sus dientes baja poco a poco la bragueta. Gimo, y lo hago con más ganas cuando siento su aliento sobre mí.

En un movimiento los saca de mis piernas dejándome completamente en ropa interior.

—Isabel.— Murmuro a duras penas.— Estoy que me quemo.

—Lo sé y me encanta.— Contesta.— Amo ese bóxer que traes, se te ve… — Y al decir esto se muerde el labio como sabe que me gusta.

La música ha desaparecido del lugar aunque sé que la canción se repite una y otra vez, pero ya no me importa porque ella pasa la palma de su mano sobre mi miembro y gimo cerrando los ojos.

Isabel se pone de pie. Se pone de espaldas a mi y baja lentamente al ritmo de la música moviendo su trasero y rozándolo contra mi sexo. Mis manos se aferran al sofá lo mejor que pueden pero mis ganas pueden más y subo mis manos para que sorprendentemente ella las tome por igual y me invite a acariciar su pecho, abdomen y bajar por sus piernas.

La toco con toda la lujuria que hay en mi en este momento, mientras beso su cuello y juego con su cabello. Mis manos sienten su suave piel y poco a poco voy bajando hacia su intimidad, la cuál rozo levemente haciéndola gemir.

Remuevo el resto de su ropa dejándola completamente desnuda sobre mi.— Así quédate Isabel.— Le murmuro y como puedo bajo mi bóxer descubriendo mi excitación.

Isabel se acomoda sobre mi y sin más preámbulos entro ella haciéndola gemir.— Muévete como me gusta.— Le aliento.— Haz ese movimiento de caderas que me encanta.—

Ella me besa inclinando su rostro un poco hacia el mío y después empieza a moverse enloqueciéndome por completo. Puedo escuchar su respiración agitada dando pequeños y suaves gemidos que se vuelven más fuertes cuando la pego más hacia mi poniendo mi mano sobre su vientre. Beso su cuello, acaricio sus pechos y bajo hacia su intimidad e inmiscuyo mis dedos acariciándola sin darle nada de cuartel a cada gemido que me da.

—Me encanta como gimes, despacio y rico.— Le confieso al oído dejándome llevar por el momento.

Isabel comienza a moverse un poco más rápido, se inclina un poco hacia delante mostrándome su hermosa espalda por donde paso mis manos para después enredar mis manos en sus cabello y jalarlo un poco hacia mi. Esta nueva posición lo hace ver tan excitante que no puedo con tanta bello paisaje que hay delante de mi.

Vuelvo a atraerla a mi cuerpo, la pego a mi y le murmuro.— Muévete más rápido.

Comenzamos a gemir cada vez más fuerte, nuestras respiraciones comienza a agitarse sin poder contenerse y de pronto siento como Isabel araña mis muslos para después decirme.— Te amo.— Dejándonos llevar por el placer, sintiendo como los cuerpo se tensan para luego relajarse y finalmente lanzar un último gemido que eriza nuestras pieles.

Nos quedamos un momento sin decir nada, sólo sintiendo los latidos agitados de nuestro corazón y todas las sensaciones que suben y bajan por nuestro cuerpo cubriéndolo por completo.

Cuando nos tranquilizamos y sentimos que los latidos de nuestro corazón ya son normales. Abrazo a Isabel haciendo que ella se recargue sobre mi pecho.

—Yo también te amo.— Le murmuro.

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