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El empresario del corazon roto novel Chapter 51

[Isabel]

Maletas listas, documentos listos y yo emocionada porque visitaré Nueva York por primera vez en toda mi vida. Sé que mis padres son de Estados Unidos pero jamás nos han llevado ahí, así que ahora me siento extremadamente afortunada porque Quentin lo hará y los planes que tiene allá conmigo parecen sacados de una película de Hollywood que parece estoy destinada a vivir.

Llegamos a la pista y de nuevo subimos las escaleras de ese lujoso avión que él toma como un trasporte de todos los días y yo como uno que me lleva a los lugares más maravillosos del mundo.

—Sé que te dije San Valentin en Verona, pero parece que será en Nueva York.— Comenta Quentin

—Yo, pude haber imaginado San Valentin en el piso, viendo películas de terror o algo por el estilo… así que créeme esto va mucho más allá de lo que pensé.

—¿De terror? ¿No de amor?— Pregunta divertido mientras la sobrecargo le da un poco de Té.

—No, no soy tan girly, me gusta las películas de suspenso, terror, esas que en realidad te mantienen al borde del asiento.

—Creo que debí sospecharlo después de las series que ves.— Bromea él.

Lo tomo de la mano y se la beso emocionada.— Gracias, muchas gracias de verdad. Me siento muy afortunada.

—No hay nada que agradecer, yo soy el afortunado aquí… créeme.

—Bueno entonces los dos somos afortunados.— Nos reímos.

El avión despega y de nuevo vuelvo a sentir esos nervios en todo mi cuerpo, creo que ya me estoy acostumbrado a volar pero aún las turbulencias me quitan un poco la tranquilidad.

—Corazón, está comprobado que el avión es uno de los transportes más seguros y créeme yo sé de eso.— Dice y esbozo una ligera sonrisa.

¿A caso es Quentin mencionando su accidente sin caer en un ataque de pánico?

El avión se vuelve a mover y yo cierro los ojos. Él se pone de pie y se sienta a mi lado.— Ven Corazón, yo estoy aquí.— Me murmura y me abraza para que recargarme sobre su hombro.

—No sé si algún día me acostumbre.

—Lo harás, te prometo que lo harás. Ahora descansemos un poco, que llegaremos a Nueva York con el tiempo justo para cambiarnos e ir a la exposición al MET.

—Sí, llegando a la hotel juro que me apresuraré.

—¿Al hotel? — Pregunta Quentin con una sonrisa.

—Sí o ¿llegaremos con tu hermana? — Infiero.

Quentin me ve a los ojos y acaricia mi mejilla, sonríe.

—Ok, no llegaremos al hotel.— Vuelvo a decir.

Él niega con la cabeza.

—No escuchaste nada ¿entendido?— Comento apenada y él se ríe.

—Tu sencillez es en verdad lo mejor, por eso te amo.

—Te amo más.— Contesto.

El viaje a Nueva York es algo largo pero entre plática y risas no se siente así. Cuando el avión aterriza, inmediatamente nos dirigimos a su piso en Manhattan que ya estoy imaginando cómo será. Si el piso donde vivimos es increíblemente lujoso, y la casa es una villa que parece de unos reyes, no quiero pensar qué será lo que voy a ver.

Nos bajamos en una hermosa entrada con alfombra roja, mientras en portero nos abre la puerta y nos saluda amablemente. Quentin me trae de la mano como siempre orgulloso y yo siento que en cualquier momento me caeré de la cama y despertaré de mi sueño.

—¿Lista?— Me pregunta.

Yo asiento emocionada mientras el corazón me late feliz. Él abre la puerta del piso y la hermosa ciudad de Nueva York está a mis pies, gracias a los preciosos ventanales que cubren la sala.

—Es… ¡Guau! - Expreso.

—Lo sé, lo compré tiempo atrás, cuando venía con Nadine y mis hijos, tiene mucho tiempo que no vengo, ven… te mostraré algo.— Me comenta emocionado mientras me jala despacio y me lleva a la recámara principal donde, igual que la sala, los ventanales cubre el lugar como si fueran muros, dejando que la luz y el paisaje entren a la habitación.

El piso de madera con finas alfombras encima de éste le da un toque sofisticado que entre los sofás y la cama parece que estuviera en un palacio.

—No sé si pueda dormir aquí.— Comento recorriendo la habitación.

—Yo menos, así que podemos entretenernos en nuestro insomnio.— Habla en tono de seducción y me cierra un ojo.

—Quentin, este lugar es hermoso…Es un palacio.

—Y tú eres su reina… — Me abraza por detrás y me besa sobre la oreja.—Siéntete libre de decir, mover, ordenar lo que desees ¿vale? Iré a hablar con Vivianne.

Quentin sale por la puerta dejándome sola en la hermosa habitación—¿Es momento para creer que andas con un millonario? — Bromeo y comienzo a reírme sola ante eso que digo.

Millonario o no, Quentin es un hombre increíble, honesto y se leal, me quiere y se nota en la manera en que me trata. Cuando me ve a los ojos me transmite todo lo que está sintiendo en el momento y eso no se puede comprar ni con todo el dinero del mundo. Aún así, sigo avergonzándome un poco ante todo este glamour que rodea su vida y que ahora comparte conmigo.

Camino hacia la maleta y el porta vestido y lo abro para revelar el mío, un vestido negro corto de capa profunda que me compré justo ayer antes de venir.

—Supongo que debo dar mi mejor impresión a la hermana.— Murmuro nerviosa, lo tomo y lo observo. Hoy Isabel Osher no es la cocinera de “amigable menú” es la pareja de Quentin Valois y debo verme ella, porque él se lo merece.

***

Quentin me toma de la mano mientras me ayuda a bajar frente al hermoso Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Él con un sencillo pero elegante conjunto de camisa y pantalón y un hermoso abrigo de color negro y yo con este vestido que luce mis hermosas piernas, con un abrigo a combinación, caminamos hacia la puerta subiendo la escalinata donde inmediatamente caminamos hacia una de las tantas salas que hay.

—Te prometo Isabel, que mañana volveremos a ver el museo ¿si? — Me comenta.

—No te preocupes, es momento de ver a tu hermana.

Antes de que entremos a la sala me detengo y le arreglo el cuello de la camisa y él me besa sobre los labios.

—¿Nerviosa? — Me pregunta.

—Un poco, pero espero que todo salga bien.

—Saldrá… te amo ¿sí? — Me repite mientras acomoda el collar del nudo argelino que cuelga de mi cuello.

—Te amo.— Respondo

Ambos caminamos hacia dentro de la sala y de pronto un vemos a los invitados que conversan con una copa de vino en las manos mientras admiran las hermosas pinturas de Jacqueline la hermana de Quentin. Él, de mi mano, camina entre ellas hasta encontrar a su hermana en un grupo que se encuentra al fondo de la habitación.

Jaqueline Cassals, hermana de Quentin, es igual a él y si no supiera que él es mayor podría decir que son gemelos o mellizos. Su largo y cuidado cabello rubio, se encuentra peinado perfectamente, mientras sus collares, anillos y pulseras denotan su estatus y su posición dentro de esta lugar. En verdad, con ese semblante, no puedo creer que sea pintora, más bien parece lo que es, una millonaria.

—¡Frère!— Expresa con una sonrisa interrumpiendo la plática que tiene con su grupo.

—Jacqueline.— Contesta Quentin con una sonrisa.

—Me alegra mucho que hayas venido, en verdad es un placer.

—Gracias, gracias por invitarnos.

Ella me ve a mí y sonríe—¿Ella es Vivianne? — Le pregunta.

—No.—Quentin me toma de la cintura y me acerca.— Ella es mi novia Isabel Osher, Isa mi hermana Jacqueline.

—Mucho gusto.— Saludo con una sonrisa en mis labios y ella estira la mano y me saluda sin apretar la mano.

—El gusto es mío.

No sé si soy yo pero no me ha agradado para nada la actitud de Jaqueline, aunque bueno, si es como Quentin de desconfiado al principio esto debe ser normal.

—Veo que tu exposición esta bastante concurrida.— Continúa Quentin continuando la conversación.

—Me sorprende, en verdad, supongo que saben del buen gusto, pero ven, te presentaré con mis amigos.

Jacqueline toma del brazo a su hermano y lo jala un poco hasta que logra dejarme un poco atrás. Quentin se voltea y me toma la mano para que acompañe pero al ver que la situación es un poco rara le hago saber que voy detrás de él y que no debe preocuparse.

Nos acercamos ante un grupo de hombres y mujeres que ríen ante uno de sus cuadros y en cuanto llegamos guardan silencio.

—Amigos, él es mi hermano… el increíble Quentin Valois.—Él saluda como el hombre de negocios que es, simpático, amable con mano firme.— ¡Ah! E Isela, su novia.

—Isabel Osher.— Repito y comienzo a saludar a las personas que mucho más simpáticas que ella me dan la bienvenida.

De pronto todos se envuelven en la conversación acerca del cuadro de colores que está en frente de nosotros. Ellos hablan sobre la pasión y las formas que hay en el cuadro y yo simplemente lo admiro tratando de entender mientras mi bebo a sorbos mi copa de vino.

Quentin me abraza por detrás y besa mi oreja— ¿No se te hace precioso?— me pregunta.

Me quedo en silencio y luego sonrío.— Tiene, muchos colores.— Sólo comento lo evidente y debo admitir que en este momento me siento como una verdadera tonta.

—¿Lo quieres para nuestra sala? — Dice tierno.

—¿Puedo pensarlo? — Pregunto y él besa mi mejilla.

—Vale, pero tienes que decirte antes de que alguien lo compre.— Responde.

Sigo viendo los cuadros de los más abstractos y suspiro.— Voy al tocador amor…

—Vale, pero no me dejes tanto tiempo solo ¿si?

—No, no… te prometo que será rápido.— Le prometo y le doy un beso rápido sobre los labios.

Camino lo más tranquila que puedo hacia el área de los baños, entro al de mujeres y cuando me encierro en el cubículo me recargo sobre la pared y suspiro. Hoy no es mi día, la emoción de estar aquí se ha ido y ha sido opacada por el hecho de que siento que no importa que haga, no encajo. Definitivamente la familia de Quentin es diferente a todo lo que conozco y ahora entiendo las palabras de la reportera.

—Seguro que Nadine ya hubiera hablado sobre arte y le hubiera encontrado forma a esas pinturas, no como yo que sólo veo rayas. Ojalá hubiera ido antes a ver a Van Gogh.— Hablo conmigo misma o más bien refunfuño.

Respiro profundo, trato de que todo esto no me desanime pero al parecer me ha pegado un poco más de lo esperado. Mi seguridad se quedó en el avión de venida para acá y ahora me siento tan pequeña vistiendo un vestido elegante.— No dejes que Quentin lo note ¿está bien Isabel?— me regaño.— Eres inteligente, valiosa y en tu área eres la mejor.

Abro la puerta del cubículo y salgo hacia los lavamanos. Me las lavo lentamente, las seco y pinto mis labios para que estén perfectos. Antes de salir vuelo a echarme un vistazo y suspiro.— Anda.

Salgo de ahí acomodando mi vestido y cuando de pronto choco con una persona.— Lo siento yo… — Empiezo la frase pero abro los ojos sorprendida cuando veo con quién choqué…— ¡Tú!— Expreso de inmediato—¿Qué haces aquí?

Antes mis ojos está Henry el hombre que arruinó todos mis sueños por completo, la persona que por tantos meses me atormentó, él que se robó mis recetas. De pronto, todo el coraje y rencor que tengo contra él me corre por todo el cuerpo y aprieto los puños.

—Es la misma pregunta que yo tengo para ti Isabel Osher… ¿qué haces fuera de tu cocina? ¡Ay! Perdón… ¿Eres la que sirve los canapés? — Me bromea con saña provocándome aún más.— Aunque vienes muy elegante para eso.— Finaliza.

—¡Corazón! Aquí estás.— Escucho que Quentin me dice a lo lejos.

Henry voltea y sonríe.— ¡Quentin! ¡Tenía mucho tiempo sin verte!

Se abrazan.

—Lo sé, bastante.— Responde simpático—Veo que ya conociste a mi bella novia.— Me abraza.— Corazón, te presento a Vincent Cassals, mi cuñado.— Y pronunciado esas palabras mi mundo se derrumba.

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