Login via

El empresario del corazon roto novel Chapter 52

[Isabel]

— Corazón, te presento a Vincent Cassals, mi cuñado.

Me quedo en silencio mientras todo mi cuerpo trata de sobrellevar todas las emociones que siento en este momento, éstas corren entre rabia y vergüenza.

—¿Vincent? — Pregunto en un murmuro.

—Sí, Vincent.— Me contesta él sonriente.— Para después estirar la mano y saludarme un placer ¿señorita?

—Isabel Osher.— Hablo seria.

—Osher, es usted muy guapa.— comenta sonriente.

—Lo sé, es la mujer de mis sueños.— Responde Quentin mientras me toma de la cintura.

—Es un gusto cuñado que hayas venido por fin a visitarnos, tu hermana estaba un poco preocupada por ti, ya sabes, después de la muerte de Nadine te alejaste aún más, creo que ya ni recuerdas a tu sobrina. — Bromea.

—Bueno, pues ya estoy aquí y todos deberíamos agradecerle a Isabel, ella me convenció.

Quentin me da un beso sobre el cabello y yo sonrío.

—Pues se lo agradecemos señorita Osher, será un placer tenerla en nuestro hogar.— Y al decir eso su mirada se fija en mi y me recorre de pies a cabeza.

—Quentin ¿Crees que podamos regresar a la sala? Creo que platicar al lado del baño no es algo apropiado.

—Sí, sí claro, tienes razón amor.

Él me toma de la mano y comenzamos a caminar lejos del baño. Lo tomo fuerte y él al sentirme voltea a verme.

—¿Qué pasa mi amor? ¿Todo bien?

Por un momento quiero decirle que no, que Vicente es “el cabrón” y que no sólo me engañó con las recetas, si no con su nombre y su estado civil.

—Amor… — Pronuncio y él me sonríe.— Cuando nos conocimos fue pura coincidencia ¿cierto?

—¿De qué hablas?

—Tú, no tenías idea de qué era yo… ¿verdad?

Sé que estoy diciendo preguntas muy raras para él pero, necesito saber si llegar a Quentin en realidad fue destino o una jugada de los dos al conocerse de cerca.

—No amor, claro que no… sólo eras la bonita voz al otro lado del teléfono ¿pasa algo?

Así, sin poder decir otra cosa me volteo y le abrazo con todas mis fuerzas.

—Te amo Quentin.— Le digo.

—Te amo más amor, no tienes idea cuánto.

—¡Quentin! — Escucho la voz de Jacqueline.— Te quiero presentar a unos amigos.

—Ven, vamos Isabel.— Comenta alegre.

—Ahora te alcanzo, me llamó la atención uno de los cuadros de allá.— Miento.

—Vale amor, te espero.

—Sí, sí, claro.

Quentin se adelante con su hermana y yo me desvió un poco a una de las salas que está al lado y me trató de mezclarme entre la gente. Me engañó, no sólo me robó mis recetas, si no que me no me dijo su verdadero nombre y no me dijo que era casado.

Siento como se forma un nudo en la garganta y trato de respirar para no llorar ¿cómo pudo llegar a mi un hombre así?

—Qué vergüenza decirle a Quentin que su cuñado y yo tuvimos algo que ver.— Murmuro mientras me pongo la mano sobre el vientre y la otra sobre el pecho, pareciera que la que tendrá un ataque de pánico en este momento seré yo.

—Respira Isabel, respira… — Me consuelo.— Eres una tonta ¿cómo no lo viste venir? ¡Cómo! — Hablo en voz alta—¿Cómo no se te ocurrió antes? ¡Qué vergüenza cuando Quentin se entere! ¿Cómo le dirás que tu eras la amante del esposo de su hermana? O ¿Ella ya lo sabe y por eso te trató así?

Respiro.— Tranquilizante Isabel, vuelve a tus sentidos, tienes que dejar de sacar conclusiones y mejor buscar respuestas antes de que todo se vuelva un caos, pero sobre todo debes rogar que Henry no le diga nada a Quentin en estos momentos sin antes haber hablado con él ¿entendiste?— Me regaño.

—¿Amor? – Escucho la voz de él y trato de cambiar mi rostro.— Aquí estás, yo presumiéndote y tú que no aparecías, van a pensar que eres parte de mi imaginación.

—Lo siento, es que me casé un momento y me quedé sentada en la banca.— Miento.

—Oye, mi hermana y Vincent nos invitan a cenar ¿Vamos? —Supongo que mi rostro lo dice todo ya que Quentin sonríe.—Te entiendo, les diré que mejor mañana nos vemos para comer ¿te parece? Y hoy tú y yo nos vamos al piso y descansamos, si te soy honesto muero de cansancio.

—Lo siento, me encantaría ir pero.

—No hay nada de que disculparse, ahora vamos, ponte el abrigo que hace frío afuera.— Comenta tierno.

Quentin me toma de la mano y volvemos a recorrer la sala, para salir a la otra donde se encuentra la exposición de su hermana. Vamos hacia ella y puedo ver a Henry abrazándola y dándole un beso, cuando nos aceramos me sonríe haciendo que mi coraje regrese.

—Nosotros nos vamos, estamos un poco cansados del viaje y quisiéramos ir a nuestro piso y dormir.

— Quel dommage! (¡Qué pena!)— Comenta su hermana.— Nos hubiera encantado que nos acompañaran al bello restaurante al que vamos siempre.

—Mañana será hermana, en verdad estamos cansados.

—Okey, no insistiré, entonces nos vemos mañana en la casa ¿Cierto? Haremos una comida en honor de los dos.

—Claro que sí.— Responde Quentin y luego se acerca a despedirse de su hermana.

—Hasta luego Isabella.— Me dice sonriente, y confieso que ese aire de superioridad e insistencia que me cambie el nombre me saca de quicio.

—Hasta luego Jacqueline, hasta luego Hen… Vicent.— termino de despedirme.

No le doy la mano a él y simplemente me volteo junto con Quentin, para después salir de ahí.

***

Henry o Vicent, como sea a ambos los odio con toda mi alma. Jamás en la vida había sentido esto que siento por él, puro deseo de venganza, maldad y algo que me sobrepasa. Mientras me quito los aretes frente al espejo del tocador no puedo dejar de pensar en todo lo que descubrí hoy y en todo lo que Quentin ignora si le digo hoy ¿me creerá? O ¿Pensará que lo invento?

—Ya no me dijiste nada en la exposición.—Dice él mientras entra a la habitación vistiendo un pantalón de pijama y el pecho descubierto, ya que la calefacción está encendida.

—¿De qué? – Pregunto de inmediato.

—Del cuadro de mi hermana ¿para nuestra casa?

—¡Ah! Lo siento, es que… si te soy honesta.

Me quedo callada por un momento y luego suspiro.

—Dime.— Insiste él.

—Quentin, creo que no le agrado a tu hermana y si te soy honesta no me agradan sus cuadros, no los entiendo, son colores y líneas y círculos, no creo que se vería bonito en la sala.— Expreso con un tono de enojo que no me conozco pero de pronto todo se acumuló.

—¿Qué tienes? – Pregunta preocupado.

—¿Qué pasaría si supieras que tu hermana no me quiere? O tal vez piensa que soy poca cosa para ti.

—Diría que no tiene razón, ella no debe meterse conmigo y mis decisiones ¿por qué piensas eso?

—Hoy, dos veces me cambió el nombre Quentin, dos, se lo corregí una vez y lo volvió a hacer. Después te jaló para todas partes y me ignoraba por completo. No le agradé, además de que soy muy tonta para entender sus cuadros.

Él me besa la frente y me sonríe.— No eres tonta bonita, eres increíblemente inteligente, sólo ignoras cosas y eso nos hace sentir inferiores. Por ejemplo, yo me siento como un tonto cuando tu me hablas sobre los tipos de chocolate y sus combinaciones.

—Pero es diferente amor, muy diferente.

—No, es igual, aunque a veces es mejor ignorar ciertas cosas que saberlas.

—¿Por qué?

—Porque cuando ignoras disfrutas mejor las cosas ¿Haz escuchado la frase “la ignorancia es una bendición”? – Asiento con la cabeza.— Pues se dice porque a veces el saber tanto puede traer problemas o no te permite disfrutar las cosas. Es como cuando una persona sabe de música y está ilusionado por escuchar su pieza favorita y de pronto la desafinan ya no puede disfrutarla. Tal vez ahora mi ojo esté muy educado para decir que ese cuadro trasmite todo pero tú en verdad ves lo aburrido que es.— Me comenta y yo sonrío.

—Estás diciendo que a veces prefieres ignorar que saber todo.

—Así es, algunas cosas sí, tal vez si hubiera ignorado lo de Nadine, hubiera sido un poco más feliz.— Finaliza y Quentin me da un beso sobre la mano.

—Quentin.— Murmuro y en mi cabeza la palabra ¡Díselo! ¡Díselo! ¡Díselo! Retumba por partes.

—Dime.

—Te amo.— Murmuro.

—Yo te amo más mi Isabel, no eres tonta, eres la mujer más inteligente que conozco y sé que aprendes rápido de todo, hasta de tus errores y sé que no comentes el mismo error dos veces. Ahora ¿vamos a la cama? Me muero de sueño.

Él me toma de la mano y me lleva hacia allá. Ambos nos recostamos sobre la cama y para mi sorpresa aplaude haciendo que las luces se apaguen.

—Eso es tan genial.— Le murmuro.

—Me gusta presumir, por eso te presumo.

Me recargo sobre su pecho y mientras escucho latir su corazón, está tranquilo, sereno ignorando todo lo que sucedió hoy. Comienzo a quedarme dormida sintiendo su respiración y con el eco de esa frase que acaba de decirme “Sé que aprendes rápido de todo, hasta de tus errores y sé que no comentes el mismo error dos veces.” Y no, no lo cometería y mucho menos si esto me lleva a lastimar al hombre que amo de nuevo, algo que por nada del mundo cometeré porque Quentin no se merece esto.

Comments

The readers' comments on the novel: El empresario del corazon roto