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El empresario del corazon roto novel Chapter 54

[Quentin]

Sigo a mi hermana hacia la habitación donde ella se cambiará la blusa que trae y antes de entrar voltea y me ve a los ojos.

—No me gusta esa chica.

—¿Disculpa?— Le respondo.

—Isela o Isabel, no me importa, ella no es para ti y lo sabes.

—Jacky ¿no me trajiste hasta acá después de tantos años para esto ¿o si?

—No, pero aprovecho para decírtelo. Esa tal Isabel no me gusta, seguro será una mujer más que te quiera quitar el dinero.

—¿Una mujer más? ¿Cuántas han pasado según tú?

—No lo sé, tengo cuatro años que no te veo, cinco… y ahora te apareces con esa mujer que no tiene clase, ni buen gusto y es una grosera, ahora huelo a vino blanco por todas partes.

—No sé quién eres tú para juzgar esto.— Le digo en un tono de firmeza de hermano mayor.

Jacqueline se acerca a mi y rosa mi rostro.— Conocí a tu esposa, a Nadine, una mujer excepcional Quentin… no me puede decir que esta tal Isabel lo es ¿o si? Mira, le podrás poner las ropas que quieras pero se nota que no es de nuestra sociedad.

—Y ¿cuál es nuestra sociedad? — Pregunto.

Ella sonríe levemente.— ¡Ay hermano! Tú sabes de lo que hablo ¿no? Mira… necesitas a alguien a la que puedas llevar al MET y pueda conversar sobre el arte abstracto y el cubismo sin pensar que sólo ve figuras.

—A mi no me importa si Isabel no sabe distinguir eso… en realidad, tus pinturas se le hacen horribles.

Blofea y se ríe — ¿Ella? ¿La cocinera? Piensa que son horribles.

—Sí y ahora que lo veo yo también.

—Claro que no mi amor… tú no piensas eso. Mira Quentin comprendo que Isabel es guapa, tiene un súper cuerpo que en esa ropa Prada y Chanel que ahora trae se le ve como si fuera modelo pero una cosa te puedo decir, no importa cuanto la vistas o la traigas en avión privado… no va a encajar y lo sabes. Ella no es como tú y como yo…

—Tal vez por eso me gusta.— Le contesto y ella abre los ojos sorprendida.— Porque no es como tú, porque es leal, tierna, comprensiva, inteligente y muy graciosa. Me hace sentir un hombre nuevo y me salvó cuando más lo necesitaba. Ella es todo lo que quiero y lo que por años busqué.

—¡Ay por favor Quentin!

—Es verdad Jacqueline, por ella estoy aquí contigo porque ella insistió en que viniera para darte otra oportunidad pero, de nuevo me equivoqué, no cambias, no cambias para nada, eres fría y no comprendes a los demás. Te metes en la vida de los demás pensado que puedes “arreglarlo” pero no es así. Cuando murió Nadine ni siquiera fuiste a verme ¿Por qué? Si se supone que me quieres tanto ¿por qué no fuiste?

—¿Hubieras querido que fuera? Esa es mi pregunta para ti.

—Claro que sí, eres mi hermana menor.

—Pues lo siento pero no puedo adivinar lo que deseas Quentin.. así que lo siento.

—Entonces, lo siento yo también, porque mi relación con Isa es enserio y no por tus comentarios la dejaré de amar, así que aprende a superarlo, vivirlo y amarlo, porque ella por nada del mundo se va de mi vida.

—Entonces supongo que esta fue la última visita que me diste en la vida… sólo te recuerdo que mañana es cumpleaños de tu sobrina.

—Estaré en el cumpleaños y después de éste nos iremos a vivir lo que tengamos que vivir. Ahora si me disculpas, tengo que ir a ver a mi novia que se quedó sola.

—Como quieras hermano… como quieras.

¡Cómo se atreve a meterse así en mis asuntos! ¡Quién le dio derecho a ella de pensar con quien puedo salir y con quién no! ¿A caso yo me metí cuando escogió a Vincent? ¡No!

Por nada del mundo ella me dirá si Isabel es para mí o no, yo sé que ella es mi mujer ideal y tan sólo sea el momento adecuado formalizaré la relación, eso es lo que haré.

Me acerco a la solar para ver a Isabel viendo hacia la ciudad de pie frente a uno de los ventanales, se encuentra completamente sola por lo que creo Vincent tuvo que ir a hacer algo.

—Amor.— Le murmuro y ella voltea tomando un poco de vino —¿Estás bien? ¿Llevas mucho tiempo sola?

—No, Vincent acaba de ir por más vino, me dejó aquí.

—¡Vale! Mi hermana viene en un momento.

—¡Ay Quentin! — Murmura y me abraza transmitiéndome un sentimiento diferente ¿miedo? ¿Decepción?

—¿Qué pasa mi amor? — Pregunto.

—Nada, sólo qué… — Y comienza a llorar.

—Ya, tranquila, si es por lo de mi hermana te juro que todo estará bien. Mañana iremos al a fiesta de mi sobrina, después recorreremos Nueva York y finalmente nos regresaremos a nuestro piso, para estar juntos lo dos ¿te parece?

—Me parece.— Murmura y yo la pego más a mi cuerpo.

—Te amo Isabel, eres la mejor mujer del universo.— Le digo y ella me abraza aún más fuerte.

***

Después del fastidioso día que tuvimos con mi hermana, Isabel y yo regresamos callados al piso. No cabe duda que ahora recuerdo el porqué me alejé de ella tanto tiempo, sobre todo por su actitud pedante respecto a las personas que no están en su círculo social.

—¿Estás cansada amor? — Le pregunto a Isabel que ha estado muy rara desde la comida.

—Sí, estoy casada.— Responde.

—Ahora llegamos al piso, sólo nosotros dos y nos ponemos ropa más cómoda ¿Te parece? Vemos un película o algo.

—Sí, estaría bien.— Contesta y luego suspira.

Ha sido un largo y pesado día para ella. Porque no sólo tuvo que aguantar la actitud de Jacqueline, si no por los comentarios inmaduros de Vicent que según él hacia para bajar la tensión. Pero ahora que llegamos al piso me encargaré de que ella sepa que no importa lo que pase, la amo.

El auto se estaciona en la entrada del edificio. Ambos bajamos sin decirnos una palabra pero tomados de la mano, supongo que el cansancio no nos quiere hacer hablar. Tan sólo entramos al piso, ella se quita el abrigo blanco y lo pone sobre el perchero, yo hago lo mismo con el negro y comenzamos a quitarnos los guantes y la bufanda.

Isabel camina hacia la habitación, prende la luz y yo camino tras de ella sólo para verla quitarse las botas sentada sobre el sofá.

—Que día ¿no? — Le habló tierno.

Ella se pone de pie y toma un suspiro. El cambio de ambiente llama mi atención provocando que yo la vea a los ojos.

—¿Qué pasa? — Pregunto de inmediato.— Haz estado muy rara desde hoy por la tarde.

—Quentin ¿me amas? — Pregunta y yo esbozo una sonrisa.

—Sí, te amo.

—¿Confías en mi? — Pregunta de nuevo y yo asiento.

—Con mi vida— respondo.

—Sé quién era el amante de Nadine.— Dice firme y yo alzo la ceja extrañado.

—¿Qué dices? — Preguntó alarmado.

—Vicent, Vincent era el amante de tu mujer…— Habla y de pronto pierdo el sentido de todo.

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