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El empresario del corazon roto novel Chapter 65

[Isabel]

No puedo creer que Quentin y yo hayamos escogido la fecha para nuestra boda, será a principios del verano aún no sabemos donde pero sé que será en la playa al atardecer tal como se lo comenté el otro día.

Ahora tengo mucho que planear, no sólo la pedida de mano que será justo este fin de semana, sino también cosas de mi pequeña empresa, unas que dejé abandonadas gracias al “accidente” como hemos decidido llamarlo y que ahora me ha impedido hacer lo que a mi me gusta que es cocinar.

Tengo la esperanza que dentro de unos meses más ya pueda moverme más rápido y también pueda estar de pie unas cuantas horas para poder hacer los platillos estar ahí sin tener que sentarme cada diez minutos o perder el equilibrio por pisar mal. Así que hoy, iremos al doctor a la revisión que me tengo que hacer cada mes, para saber el estado en el que estoy y enterarme si el bastón será mi compañero de por vida o dentro de unos meses tendré que dejarlo.

Me pongo unos pantalones de vestir blancos y una blusa rosa que ahora forma parte de mi nuevo guardarropa que poco a poco va quitando mi look desaliñado y me convierte en una mujer que parece salida de una película de Hollywood o de un comercial de perfume. Me arreglo el cabello de una manera que este caiga sobre mis hombros y me dé un aspecto fresco mientras mi ropa grita formal. Me pongo los zapatos flats que ahora son parte de mi día ya que los tacones que hacía ver a mi piernas de una manera fenomenal han tenido que pasar a segundo plano.

No le he dicho esto a nadie, pero en realidad odio esta cicatriz que traigo cerca de mi ingle, ya que ahora no puedo lucir las faldas o pantalones cortos que antes me ponía porque ésta se nota mucho y todavía no hay maquillaje que la pueda cubrir.

Suspiro.— Hoy Isabel es el día en el que te enterarás como será tú futuro, en como recordarás la mañana en que el idiota de Vincent te disparó dejándote jodida.— Digo seria mientras me pongo los aretes y el hermoso anillo de compromiso brilla en mi mano.

El timbre de la puerta suena. Me levanto de inmediato y tomo la bolsa Chanel blanca que está sobre el tocador y salgo para ver a Quentin con un hermoso ramo de girasoles.

—¿Para mí? — Le pregunto y él sonríe.

—Para ti, y otro pequeño para Lea ¿Dónde está?

—Salió junto con Nora, la llevó al parque, le iba a llevar yo pero me dijo que prefería que la llevara otra persona.

—No lo tomes personal sólo…

—Lea se siente culpable de lo que me pasó, lo veo en sus ojos y en la forma en que me trata, así que le agradezco que considere mi condición, sin dramas.— Y tomo el ramo para dejarlo sobre la barra de la cocina.

Camino hacia uno de los estantes y Quentin se adelanta para bajar el florero.

—Ten amor, le diré a Nora que tenga lista a Lea, ya que después del doctor iremos a comprarle ropa y un vestido para el fin de semana.

Quentin se aleja con el móvil en la mano y mientras acomodo las flores puedo verlo tan guapo y juvenil, incluso más que antes de comprometerme con él. Hoy se ve especialmente sensual con un pantalón de vestir azul marino y una camisa blanca bastante pegada a su cuerpo que porta con elegancia. Notar su bien formado cuerpo debajo de ella me hace pensar que yo necesito urgentemente ir al gimnasio antes de que pierda la condición que tenía.

—¿Nos vamos corazón? El chofer espera abajo.

Dejo las flores sobre la barra y tomo el bastó para caminar hacia él. En este día, especialmente, la pierna me duele un poco más que otros días pero finjo que no para no preocupar más a Quentin. Necesito saber en verdad qué es lo que me pasa, poner las cosas claras y que le doctor deje de decirme pistas y me diga bien lo que sucede.

Bajamos el elevador y nos subimos al auto donde inmediatamente el chofer nos lleva a la consulta. Voy en silencio, disfrutando del clima de primavera y de los hermoso rayos del sol que ahora cubren todo el cielo.

—¿Ya haz pensado cómo irás vestida a la pedida de mano? — Me pregunta distrayéndome.

—Sí, tenía pensando ponerme ese pantalón rojo con top blanco que me compraste hace tiempo. Creo que será lo mejor.

Quentin se acerca me da un beso sobre la frente y me sonríe.— Te verás preciosa mi amor.— Contesta y aunque sé que él está preocupado por la inseguridad que tengo ahora con la pierna.

Le tomo la mano y se la beso.— tú te verás guapísimo, te lo aseguro.

—Tú hermosa.

Por fin después de un tiempo llegamos a la torre médica donde después de bajar en la entrada caminamos hacia el elevador y subimos al nivel 9 donde se encuentra el consultorio de mi doctor. Nos sentamos en la sala de espera y minutos después su asistente nos llama para que entremos al lugar.

El consultorio de mi doctor parece un enorme piso tan lujoso y limpio que uno quisiera poder vivir aquí. Le había dicho a Quentin que podríamos hacer esto con el seguro médico que tengo pero él insistió en que viéramos a uno de los mejores que había.

Nos sentamos frente al escritorio y él nos sonríe, para después recibir la carpeta de mi caso de las manos de la asistente.

—Isabel ¿Cómo se ha sentido? — me pregunta. Me quedo en silencio por un minuto y él me sonríe —¿Duele mucho?¿Poco?

—Duele.— Respondo y Quentin me toma la mano comprendiendo.

—Se ha tomado los medicamentos que le he mandando.

—Sí, todos los días y a las horas que usted me indica.

Él respira hondo y eso me da mala espina.— Isabel, hemos hecho todo lo que podemos para que su pierna mejore, pero la bala entró y caló hondo y por más que se hizo lo posible hubieron cosas que quedaron muy mal.

—¿Qué dice doctor? — Pregunta Quentin preocupado.

—El dolor se quitará Isabel, Señor Valois, pero la pierna jamás llegará a ser la misma. Lo que trato de decir es que… Isabel jamás volverá a caminar normal, siempre tendrá que usar un bastón para sostenerse.— Dice y siento esas palabras como una sentencia de muerte o algo por el estilo.

—¿No sirvió la terapia?— Pregunto.

—Sí, sirvió para que pudieras caminar de nuevo pero ya no se puede hacer más, no importa cuánto hagamos no habría más avance, lo siento Isabel.

En eso me pongo de pie con la esperanza de poder salir corriendo de ahí pero al tambalearme un poco me enojo más. Tomo el bastón.— Lo siento, yo… — Habló un poco aun impactada y salgo del consultorio lo más rápido que puedo que en realidad no es tanto como yo creo.

Camino hacia el elevador y para mi fortuna las puertas de éste se abren haciendo que mi salida se haga un poco más ágil.

—¡Maldito Vincent! ¡Maldito seas! — Murmuro mientras siento un poco de dolor en mi pierna.— Ojalá Jacqueline lo hubiera dejado vivo al menos tendría donde ir a reclamar todo esto que siento. No sólo cambió mi vida engañándome y haciendo todo este relajo sino que ahora me dejó una cicatriz para recordarlo.

—Ves lo que hacen tus acciones Nadine.— Le reclamo.

Las puertas del elevador se abre e inmediatamente veo a Quentin de pie.

—¿Cómo? — Pregunto pero luego caigo en cuenta que tomó las escaleras.

Él entra al elevador provocando que las puertas se cierren tras de él. Después aprieta el seguro evitando que éste suba o que alguien los interrumpa.

—Sé como te sientes.— Me murmura.

—¿En serio?

—Sí, aunque no lo creas. Yo también pase por algo de la pierna ¿recuerdas?

—Pero tu no tienes usar un bastón de por mi vida ¿Sabes?

De pronto las lágrimas caen por mis mejillas y no sé porque, suelo ser una persona que no le gusta el drama y que tomas las cosas como vienen, y de pronto, me encuentro en medio de un elevador llorando.

—¿Qué es lo que te preocupa corazón? — Me pregunta.

—No me preocupa nada, me molesta. Lloro de rabia no de preocupación… sé que tú podrás comprarme 100 bastones que combinen con cada conjunto de ropa que tenga sin problema.

—Ya estoy en eso…— Bromea y me limpia las lágrimas con sus dedos.

—Lo que me molesta es que esto me va impedir hacer muchas cosas que tenía planeadas, que Vincent no sólo me quitó un sueño con La Croix.

—Qué será cerrada en unos días.— Me comenta.

—Si no que ahora marcó mi vida de otra forma, no sólo físicamente si no en lo personal. Mi negocio tendrá que modificarse, ya no podré caminar normal y sobre todo…— Me muerdo el labio y él levanta la ceja.

—Sobre todo ¿qué?

—No podré cargar a mis hijos si es que tenemos y arrullarlos mientras camino.

—¿Si es que tenemos? Dirás, los que tendremos, porque quiero mínimo cinco.

—Pues ahora no podré arrullar a los cinco… — Y comienzo a llorar otra vez.— Lo siento, lo siento… no sé lo que me pasa.— Me disculpo.— No suelo ser así y rendirme tan rápido, solo que ahora me dio mucho sentimiento saber que la perfecta Isabel que conociste tiempo atrás, ahora puede convertirse en una carga para ti.

—Eres perfecta, perfecta en todos los sentidos, y si te preguntas por tu pierna y que ahora mas a cojear un poco, eres perfectamente imperfecta para mí. Tomemos esto no como una cicatriz que te recuerde la escena de Vincent, tómalo como una marca de guerra, de la Isabel tan valiente que desenmascaró todo, la que no se rindió y después de meses de rehabilitación logro caminar… el bastón mi amor, sólo es una ayuda y sé que dentro de meses o años, te las ingeniaras para arrullar a nuestros seis bebés.

—¿No eran cinco?

—Se me ocurrió que tres niños y tres niñas sería mejor.— Me contesta y yo sonrío.— Sé que en este momento lo ves trágico porque sientes mucho dolor, pero… verás que yo estaré a tu lado y ahora me toca cuidarte tal como tú me cuidaste a mí. Si no fuera por ti, creo que ya me hubiera ido de este mundo entre ayunos y café espresso.

Lo abrazo y me hundo sobre mi pecho, él toma el bastón y lo recarga a un lado.— Yo te sostengo mi amor… aquí esto para eso… para que ambos nos cuidemos y si uno necesita apoyo juremos que estaremos uno al otro.

—Lo juro.— Respondo.— Supongo que ahora mi vestido de novia tendrá que llevar un bastón.— Y me río.

—Será el bastón que combine a la perfección. Tal vez, Isabel, no pueda hacer nada con el movimiento de tu pierna y todo eso pero puedo hacer algo con tu cicatriz, para que al menos no exista más y puedas sentirte más segura ¿qué dices?

Levanto el rostro y lo veo.— Gracias.

—Perfecto, haré una cita con el cirujano y todo estará mejor… ahora futura señora de Valois, vamos por la sobrina que necesita mucha ropa y hoy la vamos a consentir.

Quentin vuelve a abrir la puerta del elevador y salimos.— Sólo no le digas a Lea que no quedé bien.

—Le diremos lo que pregunte, esa niña ya estuvo bajo muchas mentiras y es momento de que sepa la verdad, si es que ella pregunta si no… dejaremos que todo pase.

Beso su mano.— Te amo Quentin, gracias por amarme así, perfectamente imperfecta.

—Eso para mí es la perfección y tu Isabel, lo eres.

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